En esta actividad voy a adaptar un cuento
que nos contó la profesora de Literatura infantil un día en clase. Este cuento
es de los hermanos Grimm, pero no se trata de su versión, sino de la versión
que la abuela de mi profesora le contaba y está a nosotros. Esta versión está
destinada a los alumnos del tercer ciclo de primaria.
Había una
vez, en un lejano reino, un príncipe, que en uno de sus viajes de trabajo,
conoció a una bella princesa. La dama, era la mujer más bella que el rey había
visto jamás, tenía unos ojos verdes esmeralda y una sonrisa perfecta que hacían
que cuando aquella mujer miraba a alguien fijamente, no era fácil poder quitar
la vista.
No hicieron
falta más de dos días para que se enamoraran, y se fueran al palacio del rey.
Pronto se casaron, convirtiéndose en los reyes del reino. A los pocos meses,
nació una bella princesa, fruto de su amor. Tras el parto de la pequeña, la
mujer enfermó por unas setas venenosas que le regalaron por el nacimiento de la
princesa. La reina, que estaba cada día más débil, decidió transmitirle a su
marido sus últimos deseos, ya que su enfermedad no tenía cura.
El rey
acudió a la habitación de la reina y tomó su mano. Ésta le apretaba la mano débilmente, miro
al rey a los ojos y le dijo: "Siento
no poder ayudarte a criar de nuestra hija, estoy débil y no creo que aguante
mucho más. Quiero que la transmitas todo mi amor y la digas que la quiero y
siempre la estaré protegiendo esté donde esté". El rey miró fijamente
a la reina diciendo: "Así será",
mientras ésta sacaba de debajo de su almohada una pequeña caja decorada con piedras
brillantes. En ella había un pequeño diamante
verde esmeralda, como el color de sus ojos, y un precioso anillo de compromiso.
La reina la abrió y dijo: "Este
anillo, pertenecía a mi madre, quiero que nuestra hija lo lleve el día de su
boda. Además, quiero que te encargues de que tenga una vida feliz y llena de
cariño y que el día de sus quince años la regales este diamante del color de
mis ojos, como mi madre hizo conmigo, y la digas que la protegeré siempre”.
El rey, con lágrimas en los ojos, escuchó la última frase de su amada: "Quiero que encuentres otra mujer que
te ame
y quiera a nuestra hija, porque tu aún eres joven y mereces tener el cariño de
una esposa. Pero con una condición, deberá ser igual o más bella que yo". El rey, sintiendo cada vez más lento el pulso de su
esposa, beso su frente y le dijo: "Así
será, te quiero". El rey abandonó los aposentos de su mujer para
dejarla descansar.
A la mañana
siguiente, las campanas de la iglesia anunciaban la muerte de la reina.
Los consejeros del rey anunciaban esa misma tarde que el rey buscaba esposa, se
necesitaba remplazar el puesto de la reina por una mujer bella y cariñosa,
pero advertían que sólo debían acudir a palacio las más bellas del reino.
Tras meses de búsqueda, el rey no encontraba ninguna mujer más
bella que la difunta esposa. Pasaron los años y la pequeña princesa, cada vez
estaba más bella y madura. El día de su décimo quinto cumpleaños, el rey le
organizó una fiesta. Antes de acudir al banquete el rey se reunió con su hija y
le hizo entrega de la pequeña caja con piedras brillantes. La princesa,
asombrada por la preciosidad de la caja, se quedó observándola sin abrirla. El
rey la miró a los ojos y le dijo: “Debes
saber que tu madre era tan bella como tú, que tenía tus bonitos ojos verdes y
tu delicada piel. Antes de irse quiso entregarme esto para ti, para que siempre
te proteja y puedas estar junto a ella”. La princesa, emocionada, rompió a
llorar y se guardó el diamante verde en su cajón de la mesilla. A los pocos
meses, el rey se enamoró de una duquesa de otro reino. Pronto se instaló en
palacio. La convivencia con la joven princesa no iba muy bien. A ésta no le gustaba estar con
mucha gente, era una princesa solitaria. Peleaban constantemente y la duquesa
mantenía a la princesa lejos de su padre. Intentaba que no se vieran, teniendo
al padre todo el día ocupado. El rey no pasaba apenas tiempo con su hija y casi
se olvidaba de hablarle cada vez que se cruzaban por palacio.
Un día el rey se reunió junto a la duquesa con su hija y le dijo
que tendría que casarse pronto ya que se necesitaba un heredero y él no iba a
tener más hijos. La duquesa sugirió encargarse personalmente de todos los preparativos, y la princesa se enfureció. La
niña no quería, estaba acostumbrada a vivir prácticamente sola, aunque
estuviera rodeada por muchas personas. Desde pequeña se había sentido así y la
idea de casarse no le gustaba nada. A cambio de casarse pidió tres vestidos,
que veía imposibles de conseguir, para intentar retrasar la boda o que a su
padre se le olvidara la idea. El padre para intentar convencer a su hija la
regaló los tres vestidos preciosos que le pidió; uno, tan dorado como el sol;
otro, tan plateado como la luna y, otro, tan brillante como las estrellas. La
princesa, muy preocupada por lo que le esperaba pidió un último regalo de
bodas: un abrigo hecho con un trocito de la piel de todos los animales que
existían. Pasaron varios meses, la princesa seguía pensando que no quería
casarse ya que no estaba enamorada de nadie. Una mañana soleada, mientras la
princesa leía en los jardines de palacio, el rey se acercó a ella y la dijo que
ya tenía su abrigo de toda clase de pieles.
Esa misma tarde se lo entregó. Era uno de los abrigos más bonitos que jamás
había visto la princesa.
Pero, no estaba dispuesta a
dar la razón a su padre y a la duquesa, por lo que decidió escaparse del
palacio. Esa misma noche, metió sus vestidos en un pequeño macuto, junto a los
regalos de su madre, se puso su abrigo de toda clase de pieles y empezó a caminar hacia el bosque.
Tras muchas noches a la intemperie, la princesa, se encontró por
el camino a un joven que paseaba junto a su caballo. El chico, al ver a la
princesa cansada y desorientada le ofreció llevarla a su reino, que se
encontraba cerca.
Cuando llegaron al reino, la
princesa consiguió trabajo, y, aunque, era sirviendo al rey y al príncipe, se sentía a gusto ahí. Su relación con el príncipe era
muy especial desde el día en que llegó, notaba que la cuidaba y la trataba
diferente al resto de las sirvientas. Pasaban los meses, pero, la princesa no era
capaz de hablar con el príncipe y contarle lo que la había pasado.
Una tarde de verano se anunció en la plaza de
la ciudad que se celebrarían tres bailes para
que el príncipe encontrara esposa. Esto no le gusto
nada a la princesa, pero no podía decir nada ya que se podía descubrir su
verdadera identidad. La princesa se paró a pensar, y, concluyó que ella quería
ser feliz y porqué no serlo junto a otra persona. Fue en ese momento cuando
decidió actuar, iría al baile e intentaría conquistar al príncipe.
El baile era de máscaras, por
lo que no iban a verse las caras. Para el primer baile, decidió ponerse su primer
vestido, tan dorado como el sol. Esa noche, tan sólo pudo bailar con él una
canción, ya que había muchas mujeres en el baile y el príncipe quería bailar
con todas. La princesa se fue triste porque no había podido hablar con él.
La
noche del segundo baile, la princesa se puso su segundo vestido, tan plateado
como la luna, pero volvió a ocurrirle lo de la noche anterior. Cuando se iba de
la fiesta, fue llamada por el príncipe. Éste la recibió en uno de los
salones de palacio y la pidió que se
quitara su máscara para poder ver su cara. Al oír
esto, la princesa se asustó, porque le daba miedo ser descubierta y reaccionó
huyendo del palacio.
La tercera noche, estuvo indecisa de si ir o no, pero finalmente
fue. Se presentó en la fiesta con su vestido, tan brillante como las estrellas.
Nada más entrar, el príncipe se dirigió a ella y la pidió bailar. Mientras bailaban, el príncipe la susurró al oído: “Se quién eres, tu
perfume se me quedo grabado en la memoria desde el primer día que me encontré
contigo en palacio. Se, que nunca has
sido capaz de declararme tu amor, al igual que yo tampoco. Creo que eres una
mujer bellísima y aunque no tengas dinero ni seas de familia poderosa tienes un
gran corazón y vales mucho”. La princesa, se
quitó su máscara y se dirigió al príncipe diciéndole:
“Perdóname por no haberme atrevido a
hablar contigo antes, no sabía si sentías lo mismo que yo.” En ese momento
ambos se besaron y bailaron durante el resto de la noche.
A los pocos meses se anunció su
matrimonio, pero la princesa sentía la necesidad de volver a ver a su padre. Decidió
sincerarse con su enamorado y contarle quien era realmente. La reacción del
príncipe fue organizar un viaje de inmediato hacia la tierra de la princesa. Cuando
la pareja llegó al palacio, el padre, al verla, no pudo evitar alegrarse, por
muy enfadado que estuviera con ella por su huida. El rey quería que su hija fuera feliz.
Finalmente, se casaron, y, vivieron muy felices durante muchos
muchos años.
MODIFICACIONES
Para realizar mi propia versión de este cuento he cambiado
algunos aspectos. He omitido el tema del incesto, ya que considero que no es
adecuado para los niños de estas edades. Además he añadido un personaje que
hace de “madrastra” y he añadido también, el diamante verde que le regaló de la
madre. En el final de la historia he
respetado el tema del baile, pero le he añadido la temática de las máscaras
para darle más emoción. Finalmente he cambiado la forma en la que se enamoran
los príncipes y he reconciliado a la princesa y al rey. Esto último me parece
muy importante ya que en todas las familias hay discusiones y peleas, pero la
familia es lo más importante y por mucho tiempo que pase siempre son lo que
terminan ayudándote cuando los necesitas y no abandonándote nunca.
Bueno... al final, con los bailes, has modificado el esqueleto del cuento porque no es ella quien consigue atraer la atención del príncipe con su astucia sino que es él el que se empeña en saber quién es ella en realidad. Por lo demás está bien.
ResponderEliminarAhora está mejor.
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