martes, 21 de enero de 2014

Adaptación del cuento "Toda clase de pieles" (JUNIO)


En esta actividad voy a adaptar un cuento que nos contó la profesora de Literatura infantil un día en clase. Este cuento es de los hermanos Grimm, pero no se trata de su versión, sino de la versión que la abuela de mi profesora le contaba y está a nosotros. Esta versión está destinada a los alumnos del tercer ciclo de primaria.



Había una vez, en un lejano reino, un príncipe, que en uno de sus viajes de trabajo, conoció a una bella princesa. La dama, era la mujer más bella que el rey había visto jamás, tenía unos ojos verdes esmeralda y una sonrisa perfecta que hacían que cuando aquella mujer miraba a alguien fijamente, no era fácil poder quitar la vista.
No hicieron falta más de dos días para que se enamoraran, y se fueran al palacio del rey. Pronto se casaron, convirtiéndose en los reyes del reino. A los pocos meses, nació una bella princesa, fruto de su amor. Tras el parto de la pequeña, la mujer enfermó por unas setas venenosas que le regalaron por el nacimiento de la princesa. La reina, que estaba cada día más débil, decidió transmitirle a su marido sus últimos deseos, ya que su enfermedad no tenía cura.
 El rey acudió a la habitación de la reina y tomó su mano. Ésta le apretaba la mano débilmente, miro al rey a los ojos y le dijo: "Siento no poder ayudarte a criar de nuestra hija, estoy débil y no creo que aguante mucho más. Quiero que la transmitas todo mi amor y la digas que la quiero y siempre la estaré protegiendo esté donde esté". El rey miró fijamente a la reina diciendo: "Así será", mientras ésta sacaba de debajo de su almohada una pequeña caja decorada con piedras brillantes. En ella había un pequeño diamante verde esmeralda, como el color de sus ojos, y un precioso anillo de compromiso. La reina la abrió y dijo: "Este anillo, pertenecía a mi madre, quiero que nuestra hija lo lleve el día de su boda. Además, quiero que te encargues de que tenga una vida feliz y llena de cariño y que el día de sus quince años la regales este diamante del color de mis ojos, como mi madre hizo conmigo, y la digas que la protegeré siempre”. El rey, con lágrimas en los ojos, escuchó la última frase de su amada: "Quiero que encuentres otra mujer que te ame y quiera a nuestra hija, porque tu aún eres joven y mereces tener el cariño de una esposa. Pero con una condición, deberá ser igual o más bella que yo". El rey, sintiendo cada vez más lento el pulso de su esposa, beso su frente y le dijo: "Así será, te quiero". El rey abandonó los aposentos de su mujer para dejarla descansar.
A la mañana siguiente, las campanas de la iglesia  anunciaban la muerte de la reina. Los consejeros del rey anunciaban esa misma tarde que el rey buscaba esposa, se necesitaba remplazar el puesto de la reina por una mujer bella y cariñosa,  pero advertían que sólo debían acudir a palacio las más bellas del reino.
Tras meses de búsqueda, el rey no encontraba ninguna mujer más bella que la difunta esposa. Pasaron los años y la pequeña princesa, cada vez estaba más bella y madura. El día de su décimo quinto cumpleaños, el rey le organizó una fiesta. Antes de acudir al banquete el rey se reunió con su hija y le hizo entrega de la pequeña caja con piedras brillantes. La princesa, asombrada por la preciosidad de la caja, se quedó observándola sin abrirla. El rey la miró a los ojos y le dijo: “Debes saber que tu madre era tan bella como tú, que tenía tus bonitos ojos verdes y tu delicada piel. Antes de irse quiso entregarme esto para ti, para que siempre te proteja y puedas estar junto a ella”. La princesa, emocionada, rompió a llorar y se guardó el diamante verde en su cajón de la mesilla. A los pocos meses, el rey se enamoró de una duquesa de otro reino. Pronto se instaló en palacio. La convivencia con la joven princesa no iba muy bien. A ésta no le gustaba estar con mucha gente, era una princesa solitaria. Peleaban constantemente y la duquesa mantenía a la princesa lejos de su padre. Intentaba que no se vieran, teniendo al padre todo el día ocupado. El rey no pasaba apenas tiempo con su hija y casi se olvidaba de hablarle cada vez que se cruzaban por palacio.
Un día el rey se reunió junto a la duquesa con su hija y le dijo que tendría que casarse pronto ya que se necesitaba un heredero y él no iba a tener más hijos. La duquesa sugirió encargarse personalmente de todos los preparativos, y la princesa se enfureció. La niña no quería, estaba acostumbrada a vivir prácticamente sola, aunque estuviera rodeada por muchas personas. Desde pequeña se había sentido así y la idea de casarse no le gustaba nada. A cambio de casarse pidió tres vestidos, que veía imposibles de conseguir, para intentar retrasar la boda o que a su padre se le olvidara la idea. El padre para intentar convencer a su hija la regaló los tres vestidos preciosos que le pidió; uno, tan dorado como el sol; otro, tan plateado como la luna y, otro, tan brillante como las estrellas. La princesa, muy preocupada por lo que le esperaba pidió un último regalo de bodas: un abrigo hecho con un trocito de la piel de todos los animales que existían. Pasaron varios meses, la princesa seguía pensando que no quería casarse ya que no estaba enamorada de nadie. Una mañana soleada, mientras la princesa leía en los jardines de palacio, el rey se acercó a ella y la dijo que ya tenía su abrigo de toda clase de pieles. Esa misma tarde se lo entregó. Era uno de los abrigos más bonitos que jamás había visto la princesa.
Pero, no estaba dispuesta a dar la razón a su padre y a la duquesa, por lo que decidió escaparse del palacio. Esa misma noche, metió sus vestidos en un pequeño macuto, junto a los regalos de su madre, se puso su abrigo de toda clase de pieles y empezó a caminar hacia el bosque.
Tras muchas noches a la intemperie, la princesa, se encontró por el camino a un joven que paseaba junto a su caballo. El chico, al ver a la princesa cansada y desorientada le ofreció llevarla a su reino, que se encontraba cerca.
Cuando llegaron al reino, la princesa consiguió trabajo, y, aunque, era sirviendo al rey y al príncipe, se sentía a gusto ahí. Su relación con el príncipe era muy especial desde el día en que llegó, notaba que la cuidaba y la trataba diferente al resto de las sirvientas. Pasaban los meses, pero, la princesa no era capaz de hablar con el príncipe y contarle lo que la había pasado.
 Una tarde de verano se anunció en la plaza de la ciudad que se celebrarían tres bailes para que el príncipe encontrara esposa. Esto no le gusto nada a la princesa, pero no podía decir nada ya que se podía descubrir su verdadera identidad. La princesa se paró a pensar, y, concluyó que ella quería ser feliz y porqué no serlo junto a otra persona. Fue en ese momento cuando decidió actuar, iría al baile e intentaría conquistar al príncipe.
El baile era de máscaras, por lo que no iban a verse las caras. Para el primer baile, decidió ponerse su primer vestido, tan dorado como el sol. Esa noche, tan sólo pudo bailar con él una canción, ya que había muchas mujeres en el baile y el príncipe quería bailar con todas. La princesa se fue triste porque no había podido hablar con él.
La noche del segundo baile, la princesa se puso su segundo vestido, tan plateado como la luna, pero volvió a ocurrirle lo de la noche anterior. Cuando se iba de la fiesta, fue llamada por el príncipe. Éste la recibió en uno de los salones  de palacio y la pidió que se quitara su máscara para poder ver su cara. Al oír esto, la princesa se asustó, porque le daba miedo ser descubierta y reaccionó huyendo del palacio.
La tercera noche, estuvo indecisa de si ir o no, pero finalmente fue. Se presentó en la fiesta con su vestido, tan brillante como las estrellas. Nada más entrar, el príncipe se dirigió a ella y la pidió bailar. Mientras bailaban, el príncipe la susurró al oído: “Se quién eres, tu perfume se me quedo grabado en la memoria desde el primer día que me encontré contigo en palacio. Se,  que nunca has sido capaz de declararme tu amor, al igual que yo tampoco. Creo que eres una mujer bellísima y aunque no tengas dinero ni seas de familia poderosa tienes un gran corazón y vales mucho”. La princesa, se quitó su máscara y se dirigió al príncipe diciéndole: “Perdóname por no haberme atrevido a hablar contigo antes, no sabía si sentías lo mismo que yo.” En ese momento ambos se besaron y bailaron durante el resto de la noche.
A los pocos meses se anunció su matrimonio, pero la princesa sentía la necesidad de volver a ver a su padre. Decidió sincerarse con su enamorado y contarle quien era realmente. La reacción del príncipe fue organizar un viaje de inmediato hacia la tierra de la princesa. Cuando la pareja llegó al palacio, el padre, al verla, no pudo evitar alegrarse, por muy enfadado que estuviera con ella por su huida. El rey quería que su hija fuera feliz.
Finalmente, se casaron, y, vivieron muy felices durante muchos muchos años.



MODIFICACIONES

Para realizar mi propia versión de este cuento he cambiado algunos aspectos. He omitido el tema del incesto, ya que considero que no es adecuado para los niños de estas edades. Además he añadido un personaje que hace de “madrastra” y he añadido también, el diamante verde que le regaló de la madre.  En el final de la historia he respetado el tema del baile, pero le he añadido la temática de las máscaras para darle más emoción. Finalmente he cambiado la forma en la que se enamoran los príncipes y he reconciliado a la princesa y al rey. Esto último me parece muy importante ya que en todas las familias hay discusiones y peleas, pero la familia es lo más importante y por mucho tiempo que pase siempre son lo que terminan ayudándote cuando los necesitas y no abandonándote nunca. 

2 comentarios:

  1. Bueno... al final, con los bailes, has modificado el esqueleto del cuento porque no es ella quien consigue atraer la atención del príncipe con su astucia sino que es él el que se empeña en saber quién es ella en realidad. Por lo demás está bien.

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